lundi 7 août 2017

111- Una gran crisis fitosanitaria: Xylella fastidiosa

UNA GRAN CRISIS FITOSANITARIA : XYLELLA FASTIDIOSA

José Miguel Mulet es profesor de biotecnologías en la Universidad de Valencia, en España, y es también uno de los grandes luchadores contra las ideas preconcebidas sobre la agricultura y la alimentación. Hace muchas conferencias y ha redactado varios libros, el más conocido siendo “Comer sin miedo”.
También tiene un blog en español http://jmmulet.naukas.com/

En el siguiente artículo, nos cuenta la historia verídica e ilustrativa de la propagación de una de las peores crisis sanitarias de las plantas cultivadas, probablemente comparable con la crisis de la filoxera en los viñedos en el siglo XIX.



El cultivo del olivo se encuentra ahora mismo en una situación de riesgo sin precedente por un problema fitosanitario de extrema gravedad. Se trata de una bacteria de la que una cepa muy virulenta empezó, en el 2013, a extenderse desde el Sur de Italia y está progresando rápidamente hacia el resto de Europa, provocando la muerte de millones de árboles centenarios a su paso.

A pesar del trabajo de los científicos y un plan europeo de confinamiento de los focos de la epidemia, la bacteria Xylella fastidiosa se encuentra ahora mismo fuera de control en Italia.

Desde 2015, la bacteria ha sido detectada en Francia, primero en la isla de Córcega, y más adelante en el continente, en Provenza.
Desde 2016, también ha sido detectada en España, primero en las islas Baleares, y más recientemente en la península, en la región de Alicante.
Los focos franceses y españoles están, de momento, bajo control, pero nadie es capaz, al día de hoy, de predecir la evolución de la epidemia.


Por desgracia, se puede pensar que todos los olivos europeos podrían ser atacados, y aniquilados en pocos años, si una solución no se encuentra a corto plazo.
La observación de las infecciones demuestra que determinadas variedades son extremadamente sensibles y otras parecen ser más tolerantes. Es donde hay esperanza de salvar la especie y de poder rehacer plantaciones donde la bacteria habrá matado los arboles de variedades sensibles.

La investigación trabaja a marcha forzada para encontrar una solución para, por lo menos, estabilizar la epidemia, pero hay que reconocer que hoy por hoy, estamos en un callejón sin salida.
Y los olivos mueren diariamente por miles en Italia.
Francia y España han elegido confinar los focos gracias a arranques preventivos alrededor, esperando que esas medidas serán suficientes.



Pero, ¿Cómo hemos podido llegar a este desastre?

Es donde este drama con dimensiones desconocidas se convierte en un caso de manual.

A continuación el texto completo, solo depurado de algunos comentarios de JM Mulet, de los que no comparto el tono, aunque sí estoy de acuerdo con el fondo, y que no aportan nada al relato en sí.

Hace unas semanas nos llegaba la desagradable noticia que se habían detectado las primeras infecciones de Xylella fastidiosa en la península, concretamente en Guadalest (Alicante). A Mallorca había llegado a finales del 2016. Esta bacteria, conocida como el Ébola del olivo, tapona los canales por los que circula la savia y la planta se seca afectada por la enfermedad de Pierce. La bacteria se transmite de árbol a árbol utilizando insectos como vectores.


La Xylella es endémica de América. Fue identificada originalmente en California donde de forma periódica ataca a las viñas. Otras variedades de la bacteria pueden atacar limoneros, melocotoneros, laurel. Es una de los patógenos vegetales más temidos, por lo que periódicamente se monitoriza y se controla su aparición en todas las estaciones de Sanidad Vegetal.

El problema se detectó en Italia, concretamente en Puglia, en el 2013. Para localizarnos en el mapa, si Italia tiene forma de bota, Puglia es el tacón. Automáticamente los científicos alertan de la gravedad del problema y la Comisión Europea traza un plan, el denominado plan Silletti para contener la epidemia. Actualmente no hay ningún tratamiento efectivo para la Xylella, por lo que la única solución es eliminar todos los árboles en un radio de 100 metros de la infección para evitar que el insecto pueda moverse de árbol a árbol. La Unión Europea fija un presupuesto para llevar a cabo este plan y seguir con el monitoreo. La acción rápida y temprana es la mejor herramienta ante crisis de este tipo.


Y aquí viene el problema. De repente empiezan a aflorar los rumores. Aparecen grupos de agricultores que ponen en duda que la Xylella sea la causante de la enfermedad y se oponen a las talas de árboles. Unos culpan de la enfermedad a un hongo que se puede destruir sin matar a los olivos, otros dicen que la Xylella es fácilmente controlable. Mientras tanto los científicos determinan que la causa de la enfermedad es una cepa de Xylella muy virulenta importada en una planta ornamental procedente de Costa Rica. En paralelo crece la oposición contra el plan Silletti, orquestada, como no, en torno a grupos de agricultura ecológica y biodinámica (…). Proponen que la Xylella es parte del ecosistema y que la solución es no hacer nada, dejar que se integre en el ecosistema y utilizar fertilizantes naturales. No, no me lo estoy inventando. Podéis leer aquí las propuestas que hacen para frenar la Xylella (http://xylellareport.it/2015/08/30/who-we-are/). Incluso algunos llaman a la acción violenta contra este plan (http://xylellacodiro.blogspot.com.es/2016/06/eu-court-of-justice-confirms-xylella.html).


La oposición empieza a organizarse y se hace fuerte. Convence a los políticos, y a los jueces. En un sorprendente e indignante giro, los ecologistas no solo consiguen frenar el plan sino que acusan a los científicos de haber propagado intencionadamente la enfermedad. El fiscal solicita cargos penales contra Donato Boscia, del Instituto de Protección Vegetal Sostenible de Bari, según ellos la culpa fue de una cepa que se trajo para un taller sobre Xylella en el propio instituto. El hecho de que esa cepa no sea la causante del problema ni afecte a los olivos parece que no fue suficiente para que el juez siguiera con el proceso y ordenara registrar el instituto de investigación que había dado la voz de alarma y requisara los ordenadores y el material de investigación, curiosamente, frenando el trabajo de los científicos más capacitados para luchar contra la plaga.

El resultado de la acción judicial paralizando el plan de choque y de las técnicas agroecológicas de contención de plagas ha sido que la epidemia se ha propagado por todo el Sur de Italia afectando a millones de olivos y 235 000 hectáreas y que la plaga se haya extendido a las Baleares y a Guadalest.

Esperemos que nuestras autoridades tomen ejemplo de la catástrofe italiana y no traten de minimizar el problema con técnicas agroecológicas. Hace mucho tiempo vimos como la filoxera arrasaba las vides y en tiempos recientes el picudo rojo ha acabado con las palmeras. Como no pongamos en acción el plan de choque, en breve tendremos que acostumbrarnos al aceite de soja o de girasol, o al aceite de oliva californiano o sudafricano.”



Es un caso muy interesante por el desarrollo de los acontecimientos. Muestra claramente los riesgos de una ideologización de la política y de la justicia en democracia.

Es una evolución cada vez más frecuente en los países más industrializados, en los que grupos de todas clases y colores desarrollan teorías del complot, toman el poder por mediación de las redes sociales y manipulan la opinión por este mismo medio.
Está de moda pensar que la Ciencia se ha vendido a las multinacionales que a su vez intentan dominar el mundo, controlar los alimentos en todo el planeta.

Y si las autoridades, sean política, policial o judicial, no saben distinguir lo falso de lo verdadero, podemos llegar a desastres de dimensiones dramáticas.
Por desgracia es el caso de esta crisis fitosanitaria, cuyas consecuencias probablemente van a ser muy graves, tanto en el plano económico, como social y medioambiental.

Es cuando llegamos a este tipo de absurdidad, que sería para reírse si no fuera tan grave.


Porque si contamos, entre arranques, saneamiento, compra de plantas, replantaciones y mantenimiento hasta la edad adulta, es por lo menos 40.000 € (50.000$) por hectárea lo que hay que contar para que esas superficies vuelvan a ser productivas en aceite de oliva, sin contar los más o menos 10 años que hay que esperar para que la planta crezca. La cuenta es fácil: 235.000 hectáreas x 40.000 €, estamos hablando de un valor aproximado de 10.000 millones de euros (12.000 millones de dólares)…¡¡de momento!!
Y eso solo tomando en cuenta los daños agrícolas, y suponiendo que sea posible volver a plantar olivos a corto plazo después de una infestación por esta bacteria, cosa que es todo, menos segura.
A eso, hay que añadir las estructuras oleícolas arruinadas, las industrias de envasado, las empresas de logística, los miles de puestos de trabajo perdidos, y todo lo que olvido. Este segundo total es probablemente cercano al anterior.

¿Quién rendirá cuenta por esos terribles daños?
¿Quién es responsable de este desastre ante la ley y ante la sociedad civil?

Y los culpables de la pérdida de control de esta epidemia, sean agricultores inconscientes, militantes ecologistas, políticos o jueces, ¿serán castigados por este crimen?



Para saber más:



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